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Cultura

Soledad Reyes y su libro sobre José Manuel Balmaceda: "Fue un hombre visionario y moderno”

Soledad Reyes y su libro sobre José Manuel Balmaceda: "Fue un hombre visionario y moderno”

A Manuel Rodríguez y Javiera Carrera, se suma ahora José Manuel Balmaceda. El nuevo título de la historiadora y académica, Soledad Reyes, llega este lunes a librerías y narra parte del conflictivo gobierno que en 1891 llevó al país a una guerra civil. Pero también algunas facetas más personales del exmandatario.

Por: Por Sofía García-Huidobro | Publicado: Viernes 31 de marzo de 2023 a las 16:00
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Lleva más de cinco años leyendo y escribiendo sobre el siglo XIX en Chile. Soledad cuenta que durante  el postnatal de una de sus hijas, sus amistades la molestaban porque cuando se supone que las neuronas están capturadas por la maternidad, ella estaba entusiasmada leyendo fuentes históricas.

Primero publicó Manuel Rodríguez, aún tenemos patria (El Mercurio, 2018), y mientras investigaba se interesó por la figura de la hermana de los Carrera, de ahí surgió Javiera Carrera y la formación del Chile republicano (El Mercurio, 2020).

Historiadora de la Universidad Católica, magister en Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, también es autora de Chile en 1910. Una mirada cultural en su centenario (Sudamericana, 2004) y Relato de una fiesta (Globo, 2017).

Sus áreas de investigación abarcan historia política y social de Chile en los dos últimos siglos, sus cambios culturales, mujeres y elite de la época. Es profesora de la facultad de gobierno de la Universidad del Desarrollo e investigadora del Centro de Políticas Públicas de la misma universidad.  

“A Balmaceda de repente lo admiraba, después lo odiaba por su megalomanía, pero luego me daba pena. Insisto en que tuvo las mejores intenciones, pero creo que su carácter no ayudó nada, fue atolondrado y llevado a sus ideas”, afirma la autora.

Antes de elegir los personajes sobre los que va a escribir, la historiadora se dedica a preguntar en su entorno: “¿Qué sabes de Javiera Carrera? ‘Que bailaba la refalosa y que bordó la bandera de Chile’, me contestó la mayoría. Y resulta que es una mujer que se autoexilió para apoyar a sus hermanos, dejó al marido con seis hijos en Chile, tiene una historia potente y entretenida. La gente en esa época se moría a los 30 años y ella vivió 81, tenía harto que contar la señora”, comenta sobre el título que publicó en plena pandemia.

Al preguntar por Balmaceda, las respuestas se limitaban a mencionar la guerra civil de 1891, pero sin entrar en mayores detalles respecto de las causas del conflicto que terminó con el suicidio del mandatario y el país convulsionado. 

El Balmaceda más personal

Aunque existe abundante bibliografía sobre el periodo histórico de Balmaceda, Soledad quiso volver a revisar la figura del exPresidente a través de fuentes de la época, citando cartas o memorias de sus coetáneos, más que textos de análisis políticos posteriores o fuentes militares, y enfocándose también en otros aspectos menos conocidos de su vida.

“Pocos saben que Balmaceda quiso ser sacerdote y estuvo en el seminario, que sus padres contrajeron matrimonio después de haber tenido a cuatro de sus hijos, o que durante su segundo año de gobierno murió con apenas 21 años su hijo Pedro, quien fue íntimo amigo del poeta nicaragüense Rubén Darío, y el duelo que realizó en las Termas de Cauquenes”. 

El título también le dedica un pasaje importante a sus trágicos últimos días escondido en la embajada de Argentina, escribiendo decenas de cartas para su familia y partidarios más cercanos y explicando las razones de su decisión, antes de tender la cama y vestirse formalmente para luego quitarse la vida con un disparo en la sien.

El mandatario pudo escapar a algún país vecino, como hizo su familia, pero optó por la muerte. “Quise mucho a mi patria y escaparme sería humillarla”, escribió entonces.

“En este libro me siento algo más intimidada que en los anteriores, porque hay historiadores súper vigentes que se han hecho dueños del tema. Pero yo acá no quiero centrarme en las causas de la guerra, si se trató de un tema político con el Congreso, o económico debido a la tensión con los ingleses por el salitre. Me interesa más profundizar que se trató de una guerra que enfrentó a chilenos que apenas 10 años antes habían combatido juntos en la Guerra del Pacífico. Como dijo Emilia Toro, viuda del mandatario, ‘una guerra entre hermanos’”. 

El trabajo de Reyes es un relato que narrativamente es más amable al lector que un mero compendio de acontecimientos históricos, pero que no entra en el género de novela histórica. No hay imaginación, ni ficción, todo está documentado. Sí hay un foco puesto en asuntos más humanos.

Elige no explayarse en la descripción de los más de 14 cambios de gabinete que tuvieron lugar durante los años de gobierno, pero sí explica cómo Balmaceda fue alejándose de su círculo más cercano, hasta rodearse de hombres entonces catalogados como “siúticos o advenedizos”, que terminaron por darle la razón en todo, en vez de cuestionar algunas de sus medidas que se tornaron cada vez más dictatoriales hasta desembocar en el conflicto armado que duró ocho meses y costó la vida de entre 6.000 a 10.000 personas. 

“Fue una guerra muy lamentable porque después de miles de muertos, todo siguió igual. No hubo un cambio profundo”, acota Reyes. Episodios como la matanza de Lo Cañas -cruenta embestida del ejército a un grupo de rebeldes que se encontraban en el fundo de Walker Martínez en la ahora comuna de La Florida- o el fusilamiento de Ricardo Cumming en Valparaíso, están bien descritos. 

También se explica el origen de dichos coloquiales que provienen del contexto de los meses de guerra. “Darse vuelta la chaqueta” hace alusión a los soldados de las fuerzas balmacedistas que durante los combates de Concón y Placilla decidieron cambiarse de bando, por estar poco convencidos de su causa y también ante la superioridad de los revolucionarios en el campo de batalla.

Entonces se dieron vuelta sus chaquetas azules para lucir el forro blanco que se asemejaba a la prenda de sus adversarios. O durante los tres días posteriores a la derrota de Balmaceda, cuando Santiago se transformó en desbande de celebraciones, destrozos y saqueos por parte de los vencedores.

Cuenta la escritora de la época, Inés Echeverría, que la mansión de Claudio Vicuña, ministro de Balmaceda, conocida como “la Alhambra”, fue uno de los blancos donde más se ensañaron; tiraron el piano desde el segundo piso y la cuñada de Echeverría se subió arriba para luego levantarse el vestido y defecar, de ahí la expresión “cagarse en el piano”. 

-¿Cómo historiadora te es difícil escribir imparcialmente? ¿Es posible desapegarse de los personajes?
“Uno trata de contar los hechos objetivamente, pero a veces se te escapa alguna inclinación o simpatía. A Balmaceda de repente lo admiraba, después lo odiaba por su megalomanía, pero luego me daba pena. Insisto en que tuvo las mejores intenciones, pero creo que su carácter no ayudó nada, fue atolondrado y llevado a sus ideas. Y se cruzó con una cuestión social, como presidente se empezó a quedar solo y se rodeó de gente desconocida, mencionados como siúticos. Qué irónica es la historia. Él que se refería a sí mismo como caballero, fue finalmente un incomprendido por la elite a la que pertenecía”.  


Una guerra de patrones-¿Cuál crees que fue el punto de inflexión o de no retorno ante la inminente guerra civil?
“La muerte del joven estudiante Isidro Ossa en diciembre de 1890. Él llegó a una concentración junto a un compañero, Domingo Cox. Alertados previamente de que habría una dura represión policial, fueron pocos los manifestantes que se presentaron a la cita y la mayoría resultaron detenidos, entre ellos Cox. Horas más tarde, Ossa se acercó a la comisaría a llevarle una frazada a su amigo para que pasara la noche, y terminó muerto por un balazo. En noviembre y diciembre de 1890 la guerra ya se respiraba. Era dictadura o revolución”. 

La autora también menciona la huelga de mediados de 1890 por el alza del precio de la locomoción que los demócratas le pidieron a Balmaceda dejara sin efecto y que el mandatario desestimó. La riqueza fiscal de ese momento, fruto de la explotación del salitre en el norte del país, se tradujo en una inmensa inversión en obras públicas con obras emblemáticas como el viaducto del Malleco, y también educación, pero no mejoró la calidad de vida de la gran mayoría de los chilenos que por esos años era muy precaria.

“Para el pueblo ésta se trató de una guerra entre patrones, y no se involucró demasiado. Pero tras su trágica muerte y el hecho de que la clase trabajadora luego pasara peores años debido a la inflación y la cesantía, la reconciliación fue rápida”, explica. A tres años de su muerte hubo procesiones y romerías a la tumba de Balmaceda y la noción póstuma de que el mandatario se había enemistado con los de su clase para con la ciudadanía. La misma Gabriela Mistral lo celebró luego como el Presidente del pueblo. 

Del legado balmacedista Soledad destaca su compromiso con la educación, en particular su interés por revertir los altos índices de analfabetismo en el país; su defensa de los intereses nacionales al enfrentarse al monopolio de los ingleses sobre las salitreras y al influyente John Thomas North, lo que le significó antipatía por parte del gobierno británico; y la inmensa labor en infraestructura y conectividad, creándose el ministerio de Obras Públicas durante su mandato. 

-¿Qué paralelismo histórico encuentras entre el periodo de Balmaceda y el momento actual?
“Siempre me preguntan por la comparación con Salvador Allende, porque los dos se suicidaron, pero el contexto fue muy distinto. Actualmente sí se me viene a la cabeza el fraccionamiento político. A Balmaceda lo que más le pesó es que nunca pudo tener unidos a todos los liberales. Hay 120 años de diferencia, pero algunas similitudes”. 

“Balmaceda sigue dividiendo a los historiadores, están muy definidos sus defensores y detractores. Para mí no es lo uno ni lo otro, pero sí le concedo que fue visionario y un hombre moderno. No fue a la universidad, pero leía mucho”, relata la escritora. 

Adelanta que su próximo libro abordará la década chilena de 1920 a través de la mirada de mujeres que observaron y relataron su época, materia que además enseña en clases. Soledad trabaja como académica media jornada y el resto del tiempo lo dedica a investiga y escribir. “Es lo que más me gusta”, confiesa.

El prólogo de Balmaceda, su gloria y su falta es de Eugenio Guzmán, decano de la Facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo, y el lanzamiento del libro será el 20 de abril en las dependencias universitarias, con la historiadora Ximena Illanes y el exministro Francisco Vidal como presentadores.

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